La baja autoestima es una de las razones más comunes por las que las personas acuden a terapia. Sin embargo, no siempre se comprende lo delicado y complejo que puede ser el proceso de reconstruirse desde dentro. Cuando alguien ha pasado años habitando el silencio, la invisibilidad o el miedo al juicio, dar el paso de mostrarse al mundo tal y como es puede ser tan transformador como aterrador.
En este artículo te explico, desde la mirada terapéutica, por qué empezar a brillar puede doler, cómo se activa el miedo al rechazo incluso en pequeños gestos, y por qué este proceso requiere un acompañamiento seguro y sensible. Si estás atravesando este momento, o si como profesional acompañas a personas que lo viven, esto es para ti.
¿Qué es la baja autoestima y cómo se forma?
La autoestima es la percepción que tenemos sobre nuestro propio valor. Se construye desde muy temprano, a través de la forma en que fuimos mirados, escuchados y sostenidos emocionalmente. Si nuestras experiencias tempranas estuvieron marcadas por el juicio, el abandono emocional, la exigencia excesiva o la falta de validación, es probable que hayamos aprendido a no confiar en nuestro propio valor.
Con el tiempo, esto se traduce en patrones como:
-
Sentir que “no soy suficiente”.
-
Dificultad para decir lo que pienso o necesito.
-
Miedo al juicio o a decepcionar.
-
Idealización de los demás y desvalorización de uno mismo.
-
Dificultad para tomar decisiones o poner límites.
El momento más frágil: cuando empezamos a mostrarnos
Salir de la baja autoestima no significa, de entrada, “sentirte poderoso” o “empoderada”. Significa algo mucho más sutil: atreverte a empezar a ser tú. Compartir tus ideas en voz alta. Decir “esto no me gusta”. Mostrar vulnerabilidad. Habitar el cuerpo. Pedir algo. Poner un límite. Exponerte a ser visto o vista tal como eres.
Y aquí aparece una paradoja muy humana: cuanto más nos abrimos, más sensibles nos volvemos al entorno. Esperamos (aunque sea de forma inconsciente) una aceptación plena, una validación completa. Anhelamos una respuesta cálida que nos diga “está bien que seas tú”.
¿Por qué duele tanto el mínimo gesto de rechazo?
Cuando el sistema nervioso ha estado años en alerta, en modo defensa o en congelamiento emocional, abrirse a los demás no es un gesto trivial. Es un acto profundamente valiente. Pero también puede activar viejas heridas no resueltas.
Una simple mirada indiferente, un silencio inesperado, una risa malinterpretada, puede hacernos sentir que nos hemos equivocado. “Mejor me callo”. “No tenía que haber dicho eso”. “He sido demasiado”. En segundos, la autoestima se desinfla. Volvemos a cerrarnos.
Esto no significa que no estemos avanzando. Significa que aún necesitamos apoyo para sostener la apertura sin colapsar. Es el momento donde la terapia tiene un valor incalculable.
El papel de la terapia en este proceso
La terapia no es solo un espacio para hablar. Es un lugar donde reaprender a habitarte sin miedo. Un espacio donde puedas:
-
Nombrar lo que sientes sin ser juzgado.
-
Ensayar nuevas formas de estar sin que se te corrija.
-
Ser visto sin exigencias.
-
Explorar lo incómodo sin tener que “arreglarte”.
En este tipo de procesos, el terapeuta actúa como una figura reguladora. Un espejo seguro que te ayuda a sostenerte cuando estás en el borde entre mostrarte y esconderte. Ese borde es donde sucede la transformación.
¿Qué puedes hacer si estás en este punto?
-
Reconoce tu avance. Mostrarte, aunque sea un poco, ya es un paso inmenso.
-
Observa tu diálogo interno. ¿Te castigas por ser vulnerable?
-
Rodéate de personas que te sostengan. No todas las relaciones son adecuadas para todos los momentos.
-
Aprende a tolerar el vacío. A veces no recibir una respuesta cálida no significa rechazo.
-
Busca acompañamiento terapéutico. Hacer este camino en soledad suele reforzar los patrones de autoexigencia y retraimiento.
La autoestima real se construye desde la seguridad, no desde la perfección
Una autoestima sólida no nace de “hacerlo todo bien”, ni de ser valiente todo el tiempo. Nace de poder sostenerte también cuando no gustas, cuando te equivocas o cuando los demás no responden como esperas. Y eso no se construye con frases motivacionales: se construye en la experiencia, en la relación, en la repetición de momentos seguros.
Si estás en ese punto delicado donde te estás atreviendo a ser tú, pero sientes que todo te afecta más… este proceso no tienes que hacerlo solx. Escríbeme. Juntxs podemos crear un espacio seguro donde tu voz, tu cuerpo y tu presencia puedan habitarse con calma y verdad.