Introducción
¿Te ha pasado que te ilusionas con alguien que no te corresponde? ¿Que das demasiado en una relación que no prospera, mientras ignoras a quienes sí están disponibles para amarte? ¿Sientes que algo dentro de ti te empuja a repetir siempre el mismo patrón? Bienvenido al autosabotaje amoroso.
Este artículo es una invitación profunda, íntima y compasiva a explorar lo que realmente hay debajo de ese impulso que te lleva una y otra vez a elegir a quien no te elige. Pero lo haremos desde un enfoque diferente: un enfoque somático y humanista, que no se queda solo en la mente, sino que baja al cuerpo, al sistema nervioso, a la historia emocional que habita en cada célula de tu ser.
Prepárate para una lectura larga, densa, pero reveladora. Porque a veces, para cambiar el rumbo de nuestras relaciones, necesitamos dejar de culparnos y comenzar a entendernos, de verdad, desde dentro.
¿Qué es el autosabotaje amoroso?
El autosabotaje amoroso es un patrón inconsciente que te lleva a sabotear tus propias oportunidades de tener una relación sana y recíproca. Puede presentarse de muchas formas:
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Te atraen personas emocionalmente inaccesibles.
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Idealizas a quien te trata con indiferencia.
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Pierdes el interés cuando alguien te cuida o te muestra compromiso.
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Te adaptas hasta perderte, con tal de ser amado.
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Sientes ansiedad constante ante la posibilidad de que el otro se aleje.
No lo haces a propósito. No es que quieras sufrir. Pero tu cuerpo, tu historia, tus heridas… han aprendido a relacionarse con el amor desde un lugar de lucha, escasez o abandono. Y eso se repite, como un disco rayado, hasta que alguien (quizá tú, hoy) decide mirar más profundo.
Las raíces invisibles del autosabotaje
Detrás de cada elección amorosa hay una lógica emocional y somática que se ha ido construyendo desde la infancia.
1. El mapa del apego
Nuestro primer modelo de amor no es la pareja… es mamá, papá, o quienes nos cuidaron. Si creciste con figuras frías, ausentes, imprevisibles o críticas, tu sistema nervioso aprendió a sobrevivir a través de la hipervigilancia emocional: estar atento a cada gesto, intentar complacer, callarte tus necesidades.
Ese aprendizaje se instala como un “mapa de apego” que luego replicamos con nuestras parejas. Y si el amor que conociste fue inestable, duele decirlo, pero el amor estable no te parecerá atractivo. Tu cuerpo no lo reconoce. No sabe cómo sentirse seguro ahí.
2. El cuerpo como memoria
No solo recordamos con la mente. El cuerpo guarda memorias emocionales, tensiones, bloqueos. Cada vez que alguien no te responde un mensaje y sientes un nudo en el estómago o en el pecho… no es solo ansiedad. Es tu sistema nervioso activándose porque interpreta que ese silencio es una amenaza.
Tu respiración se acorta. Tu garganta se cierra. Tus hombros se tensan. El corazón late más rápido. Y en ese estado, tu cuerpo no busca amor, busca sobrevivir. Por eso corres detrás de quien no te elige: tu cuerpo está reviviendo una vieja historia donde eso era lo normal.
¿Por qué elegimos a quienes no nos eligen?
La respuesta más honesta es esta: porque es lo que conocemos. El dolor que conocemos, aunque duela, es familiar. Y lo familiar da seguridad. Es una seguridad tóxica, sí, pero es lo que tu sistema ha aprendido.
Algunas razones profundas que lo explican:
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Confundes amor con intensidad. Si no duele, no parece amor.
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Buscas revivir la historia con uno de tus padres, pero cambiar el final. Como si esta vez sí fueras visto, amado, elegido.
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Te cuesta reconocer tu propio valor. Si tú mismo no te eliges, buscas que otro lo haga por ti, incluso si ese otro no está realmente disponible.
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Eliges la distancia para no enfrentarte al miedo real a la intimidad. Estar con alguien que no te elige te garantiza no tener que abrirte del todo, no tener que ser visto con todas tus luces y sombras.
¿Cómo se vive esto desde el cuerpo?
Desde el enfoque somático, el autosabotaje amoroso no es un problema psicológico solamente. Es un patrón que se expresa a través del sistema nervioso autónomo.
Cuando el cuerpo está habituado a vivir en alerta o en carencia, desarrolla respuestas automáticas:
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Sistema simpático activado (lucha/huida): te aferras, discutes, te justificas, haces todo por complacer.
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Sistema parasimpático dorsal (colapso): te desconectas, te sientes incapaz, te aíslas, te resignas.
Y lo más interesante: aunque te digas que “esta vez será distinto”, si tu cuerpo sigue operando desde esos estados, repetirás lo mismo.
Un testimonio de la consulta
«Tenía 36 años y una lista de relaciones fallidas a mis espaldas. Siempre me enganchaba con hombres que estaban casados, con problemas, con miedo al compromiso. Me dejaban, y yo terminaba hecha polvo. Hasta que en terapia empecé a trabajar con el cuerpo. Descubrí que, cada vez que alguien se alejaba, yo sentía exactamente lo mismo que cuando era niña y mi madre desaparecía por días sin avisar. En lugar de hablar de ello, lo lloré, lo grité, lo respiré. Por primera vez, dejé que mi cuerpo sintiera. Fue muy doloroso… pero también liberador. Después de eso, empecé a elegir diferente. Porque ya no buscaba amor para sobrevivir, sino para compartir.»
— Verónica S. (testimonio anónimo, paciente de 39 años)
Sanar desde el enfoque somático y humanista
La buena noticia es que sí se puede sanar. Y no desde la voluntad o el pensamiento positivo, sino desde una transformación más profunda: la que sucede cuando el cuerpo experimenta otra forma de estar en el mundo.
¿Qué propone la terapia somática?
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Escuchar el cuerpo antes que la historia. ¿Dónde sientes el abandono? ¿Cómo se manifiesta el miedo al rechazo?
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Reconocer los ciclos automáticos. ¿Qué haces cuando alguien se aleja? ¿Te persigues, te desconectas, te empequeñeces?
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Ampliar la ventana de tolerancia. Aprender a sostener emociones intensas sin colapsar ni reaccionar.
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Practicar nuevos estados de seguridad interna. Respirar con presencia, habitar el cuerpo, sentir los límites.
¿Y el enfoque humanista?
El enfoque humanista parte de la premisa de que cada ser humano tiene dentro de sí la capacidad de sanar, crecer y amar. Pero necesita ser escuchado sin juicio, visto sin condiciones, y acompañado con compasión.
La combinación de ambos enfoques —el somático y el humanista— permite que el proceso no solo sea comprensivo, sino también vivencial. Porque lo que no se siente, no se transforma.
¿Cómo empezar a salir del ciclo?
Aquí te dejo algunas prácticas poderosas que pueden marcar el inicio de un cambio:
1. Escucha tu cuerpo en la próxima interacción amorosa
Antes de contestar un mensaje, de buscar al otro, de tomar una decisión… siéntate, respira, y pregúntate: ¿Qué siento en mi cuerpo ahora mismo? Aprende a tomar decisiones no desde la urgencia, sino desde la conciencia corporal.
2. Escribe una carta a tu yo niño
Visualiza a tu yo de 5 o 7 años. ¿Qué necesitaba? ¿Qué le dolía? Escríbele como un adulto amoroso. No subestimes el poder de esta práctica.
3. Elige el silencio antes que la reacción automática
Cuando sientas ese impulso de buscar desesperadamente atención, respira. Detente. Lleva una mano al pecho, otra al vientre. Quédate contigo un momento. Date lo que tanto esperas del otro.
4. Busca entornos que te ayuden a sanar
Rodéate de personas que te hablen con honestidad pero desde la amabilidad. Evita repetir vínculos que solo reafirman tu sensación de no ser suficiente.
El final del autosabotaje no es encontrar pareja…
… Es encontrarte a ti. Habitarte. Aprender a sostenerte. Dejar de correr detrás del amor como si fuera una tabla de salvación.
Cuando eso sucede, algo cambia profundamente: ya no necesitas que el otro te elija para sentirte valioso. Ya no te conformas con migajas. Ya no entregas tu cuerpo, tu tiempo ni tu alma a quien no está dispuesto a recibirlos.
Y, paradójicamente, el amor empieza a encontrarte. Porque tú ya no estás buscando que alguien llene tu vacío, sino compartir desde tu plenitud.
¿Te gustaría romper este ciclo de una vez por todas?
Trabajo con personas que quieren dejar de sufrir en el amor, que están cansadas de repetir los mismos patrones y desean sentir de forma distinta. Lo hacemos desde el cuerpo, desde la emoción, desde una mirada que no juzga ni etiqueta, sino que acompaña.
Si sientes que este artículo ha hablado directamente a ti, tal vez sea el momento de iniciar tu proceso.
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Tal vez tú también estés siendo el faro que otro necesita para dejar de autosabotearse.