Autoexigencia destructiva

Persona con autoexigencia destructiva. Psicologo Majadaonda

 EL CIRCULO VICIOSO DE LA AUTOEXIGENCIA DESTRUCTIVA

La autoexigencia destructiva nace de tratar de calmar nuestros estados de ansiedad. Nos exigimos, nos presionamos, y nos esforzamos cada vez más para tratar de satisfacer unas expectativas que parece que nunca se llegan a cumplir. Llega un momento en el que, aunque hayamos obtenido muy buenos resultados o tengamos mucha productividad la autoexigencia no desaparece. Esta forma de funcionar en la vida puede volverse un círculo vicioso convirtiendo a la autoexigencia en una obligación crónica en todas las áreas de nuestra vida.

Llegado a este punto incluso en las áreas en las que deberíamos tener diversión y ocio quedan contagiadas por esta presión interna. La vida convertida en obligación se vuelve asfixiante y aburrida.

Este mecanismo, en el trasfondo, oculta un estado de alerta continuo que trata de ser resuelto. La autoexigencia crónica podría ser una vía para minimizar, tapar o negar otros sentimientos dolorosos: vacíos afectivos, miedo al abandono, dificultad para la intimidad, perdidas de seres queridos, rabia contra el mundo, angustia ante el sin sentido…etc.

Cuando la persona se mantiene en el trance de la autoexigencia puede “distraerse” y no tener que encarar estos sentimientos.

COMO TRABAJAR LA AUTOEXIGENICA

En el abordaje de la autoexigencia destructiva es muy importante poder ayudar a la persona a diferenciar cuando estamos ante una exigencia sana y cuando se ha vuelto un mecanismo crónico para tratar de calmar la ansiedad. Este punto es importante porque no se trata de suprimir o negar la autoexigencia, sino de transformarla en una herramienta consciente.

El proceso de reposicionar la autoexigencia desde un lugar más sano implica invitar a la persona a que pueda tolerar dosis de ansiedad cuando no está “resolviendo algo”. Este momento sería algo así como apoyar durante el síndrome de abstinencia ante el mono de “hacer”.

Ir soltando esta programación interna no siempre es fácil, ya que suele aportar la sensación de control y mantiene (aunque de forma frágil), un sentido de autoestima. La forma ideal de hacerlo para mí es ir bajando progresivamente el nivel de actividad “productiva”, al tiempo que ayudamos a la persona a conectar con su vitalidad e instintos naturales.

Cuando la persona deja la compulsión del “deber hacer” es normal que puedan emerger sentimientos de tristeza, miedo o enfado. La idea es ir flexibilizando y empoderando a la persona para que pueda elegir no solo con la parte mental del “deber”, sino también desde el corazón y las tripas.

Este proceso implica ayudar a la persona a explorar cuales son realmente sus elecciones personales y ver cuando surgen desde el miedo y la huida o cuando lo hacen desde valores significativos para su vida.

Cuando la persona empieza a actuar más desde la ilusión y confianza que desde el miedo empieza a sentir descanso y alivio.

En este proceso discriminatorio es valioso ayudar a la persona a tomar consciencia de como la autoexigencia genera contracciones en su cuerpo y como mantiene un grado de estrés que le impide relajarse y disfrutar.

En la medida que la persona va descubriendo el verdadero origen de su exigencia, (que muchas veces no es consciente), la tensión nuclear empieza a disminuir. Empiezan a disfrutarse momentos en tanto que ya no están vinculados a la obligación.

Desprogramar este proceso implica poder apoyar a la persona a salir de sus “esquemas mentales” y que pueda sentir su cuerpo y sus apetencias desde lo más sencillo y obvio.

Todos estos cambios permiten en la persona un cambio en su forma de estar en el mundo; lentamente se produce una “revolución transitoria” que sustituye la obligación por la curiosidad interna, el esfuerzo por el dejarse llevar y los automatismos por el conectar con sus necesidades del momento.

Con el tiempo, la persona comprende que no se trata tanto de resolver las exigencias de su mente, sino de explorar como sentirse satisfecho con su vida.

Fruto de una conexión interna más orgánica y presente la persona aprende a pasárselo bien y vivir la vida más desde un lugar más espontáneo y creativo.

Ignacio Parra Viudes.
Psicólogo, Especialista en Trauma Neuroafectivo y Terapeuta Gestalt. N.º Colegiado 23109
www.psicologomajadahonda.net

 

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