¿Me olvide de vivir?: La necesidad de productividad crónica

hombre de negocios con necesidad de productividad crónica

¿Te levantas por la mañana con la sensación de que la vida es una carrera de obstáculos? ¿Sientes la vida como una lista de tareas que nunca acaba? ¿Casi siempre estás demasiado ocupad@?  ¿Sientes continuamente que te falta tiempo? ¿No te da la vida?…

Pues quiero sugerirte la posibilidad de que se te haya olvidado vivir. Es común como profesional de la psicología ver a personas con batallas titánicas por sacar el día adelante. El trabajo, los niños, los familiares y un sinfín de ocupaciones que nos llevan con la cabeza de acá para allá. La vida es muchas veces percibida como una lucha constante para salir adelante, por resolver cosas, por avanzar y por no quedarse atrás. Sin ser claramente consciente hay un anhelo de ser productivo y mantenernos entretenidos que invade todas las áreas de nuestra vida.

persona-muy-ocupada-2Además, el momento histórico actual refuerza este movimiento con el eslogan latente de “avanzar o ser destruido”, “renovarse o morir”.  El “mejorar” y  mantenernos en movimiento parecen inyectarnos una dosis de vida. Una nueva pareja, un nuevo Smartphone, una nueva casa, un nuevo vestido, un corte nuevo de pelo, un coche más rápido, un viaje más lejano, un curso de japonés, unas clases de Kizomba…

En este contexto pararse es como firmar una sentencia de muerte para algunos. Trabajando en consulta la gente muchas veces se desespera cuando una vez más les digo, ¿puedes pararte y dejarte sentir?. Sin duda prefieren hablar, hablar muchas veces de lo que sea con tal de no quedarse callados, con tal de seguir en este carrera sin fin, en esta huida hacia el futuro. Aunque uno se sienta a veces como un pollo sin cabeza se piensa “mejor correr que quedarse en el sitio”.

En este contexto la parada supone una sensación incómoda, que puede conectar con él aburrimiento, con la sensación de perder el tiempo o con algo mucho peor…tener que mirar adentro.  Parece como si hubiera  una alergia a sentir el momento presente.  Muchas personas tienen la creencia de que si paran los sentimientos les desbordarán y acabarán arrastrados hacia estados de ánimo que los abatirán para siempre.

En medio de este frenesí del movimiento, en el fondo  no se está dejando espacio para la vida.  Se vive desde la programación:  rellenando huecos, planteando tareas y objetivos, preocupándonos, mirando a mil sitios pero sin ver, oyendo infinitud de ruidos pero sin escuchar.

Observo que existe una profunda dificultad para establecer un contacto  directo con la vida  que no esté interferido por nuestro arsenal atómico de pensamientos o por una distracción externa, ya sea la tv, el móvil, el internet…

No estoy diciendo al lector  que no debamos pensar y utilizar la razón para resolver los problemas, sino que en muchos casos la programación y el deseo de productividad  se han vuelto el fin último. El dueño y señor de nuestras cabezas. El instinto de sacarle partido a todo ha estrangulado la vida, que si bien puede ser a ojos externos modélica y apetecible por dentro la persona puede estar en una tremenda sequía que le haga vivir como una autómata. Es vivir la vida como si tuviéramos un traje de goma que nos protege de los riesgos pero también nos aísla de la realidad.  Nos condena a una vida donde nuestra cabeza siempre tiene que estar controlando algo, atendiendo un cosa más…. “¡¡solo una cosa más y empezaré a vivir¡¡” decimos…mientras, sin darnos cuenta, hipotecamos la experiencia inmediata del momento y la capacidad de  dejarnos impactar por ella.

A este contacto con la vida que nos deja huella y que nos hace resonar yo le llamo INTIMIDAD. Es un espacio en el que suceden cosas “de verdad”; uno sabe cuando la vida vibra y cuando no, aunque a veces se nos haya olvidado. Indudablemente la intimidad con la vida no siempre es fácil. Requiere en algún sentido una apertura del corazón, una disponibilidad a ser tocados,  un hueco interno en el que ser conmovidos…

Y la pregunta es, ¿Como va a llenarte la vida si no tienes tiempo para vivirla? ¿Como van a tocarte las cosas si no dejas un espacio para que te impacten?

La vida es incertidumbre pura. Lo queramos o no escapa a nuestro control y lanza muchos de nuestro grandes planes al traste. Entonces tensamos un poco más las riendas con las cuales tratamos de domesticar a la vida. Probamos una forma nueva y diferente de comportarnos, una nueva estrategia, un poco más de esfuerzo.

Nos han vendido la sociedad del bienestar y queremos ese bienestar. Queremos comodidad, queremos seguridad, queremos tranquilidad…..y nos lanzamos a por ella, luchamos por ella. Cuando termine aquello, cuando por fin consiga a esa persona, cuando él cambie todo irá bien….

Sin embargo después de tanto esfuerzo los resultados nunca son completos,  paradójicamente es como una espejismo que  nunca llegamos a alcanzar plenamente….¿ o no es así?, ¿ Acaso nuestro grandes triunfos no se vienen abajo al cabo de un tiempo? ¿acaso no pierde fuerza eso que pensábamos que nunca cambiaría? ¿no nos acaba desmotivando aquello que significó tanto para nosotros?

Tarde o temprano, si tenemos la suficiente carga de frustración empezaremos a darnos cuenta que hay algo de lo que buscamos que es irresoluble…que a pesar de toda la productividad que invirtamos nunca llegaremos a tener de forma plena. Como el burro que persigue la zanahoria atada con un palo y sostenida con un hilo delante de él,  podemos pasarnos la vida en ese tratar de “atrapar y controlar” aquello que queremos de la vida. Sin embargo, a veces llega un momento “sagrado” en la  vida de una persona en la que  inicia un cambio profundo. Este instante es como bajarse de una rueda de hámster en la que nos habíamos pasado toda la vida pedaleando.  La persona por fin está dispuesta a pararse de verdad.

Cuando ya no estamos dispuestos a seguir al miedo que nos impulsa empieza la verdadera revolución. La parada da vértigo. Al principio es como si fuera a caer una maldición fatal sobre tus hombros. Las antiguas voces internas se revelan con amenaza, con angustia y en ocasiones con  desesperación:  “Pero que estás haciendo inconsciente?” “Si paras todo se vendrá abajo…todo por lo que has luchado se perderá”, “Pero no ves que los demás te van a adelantar” “Acaso quieres convertirte en un vago?, Que dirá la gente de ti?” “Se te va a pasar el arroz” “Perderás el último tren”

Una tras otras las voces se arrojan sobre uno queriendo que vuelvas al redil de lo conocido. A la vieja seguridad de la norma, del “tira para adelante”, del “si te esfuerza un poco más lo conseguirás”…

Es frecuente ver a la gente en Madrid corriendo para coger un metro cuando está a punto de irse, parece como si no hubiera más trenes en el mundo.  Lo gracioso es que a veces el siguiente tren es en 3 minutos…pero la gente quiere aprovechar…agarrar la oportunidad…

Pero….hay de los que se sostienen un poquito más y aguantan el tirón de las voces internas; De los que están dispuestos a “perder los trenes”.

Allí llega un perfume fresco de la vida, unas vivencias que saben a algo vivo, algo forjado en lo  intimo del corazón. Como si algo de nuestra niñez se despertara y brotara la inocencia y la sensibilidad; desde ahí  estamos dispuestos a mirar la vida sin tanto juicio, sin tanta crítica…y por supuesto, sin la losa de las exigencia propias y ajenas.

Se abre por fin un espacio para vivir, que tiene la ligereza de no estar condicionada por la productividad. Tanto en mi vida personal como en la consulta sugiero espacios de exploración que no estén sujetos a conseguir nada,  simplemente que ofrezcan la posibilidad de experimentar, de conectar, de ir más allá de lo que creemos que tiene que ser nuestra vida.

Esto implica encontrar un tiempo para regalarse a uno mism@ donde la experiencia sea un fin en si misma,  por encima de la búsqueda de resultados. Es perderse en el proceso y dejar por un momento que se desmoronen todas las metas y objetivos de nuestra vida.  Es alinearse con el torrente de la vida y soltar el intento de amaestrarla. Es soltar el orgullo de pensar que siempre sabemos  todo lo que más nos conviene y dejarse penetrar por lo inesperado que nos ofrece la vida. Es dejarnos sorprender.

En cierto sentido hay que volverse un pelín “loco” para salir de la tiranía de los convencionalismos de muchas generaciones. No voy a decir que  esta revolución interior no tenga cierto precio pero sin duda en mi opinión merece la pena con creces.

Ignacio Parra Viudes.

Psicólogo y Terapeuta Gestalt. Nº Colegiado 23109
www.psicologomajadahonda.net

 

 

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