¿QUÉ ES SER FELIZ?

Persona que se siente feliz

La búsqueda de la felicidad es algo inherente a la existencia humana. Como psicólogo en consulta me doy cuenta de que todos de una u otra forma buscamos cómo llegar a ser felices en la vida. Esta búsqueda puede tener diferentes caminos, pero en general suele tener una cierta configuración definida: encontrar a la pareja ideal, llegar a ser mejor persona, tener éxito profesional, formar una familia…

A lo largo de nuestra vida vamos desarrollando esta idea de cómo llegaremos a ser felices. Podríamos decir que elaboramos una ecuación de la felicidad; la ecuación tiene una base muy sencilla, de forma que si en la vida suceden cosas que están acordes con lo que había planeado (mi ecuación) me podré contento y me sentiré tranquilo, pero si por el contrario la vida me presenta circunstancias que me alejan de mi proyecto de felicidad me sentiré triste, ansioso o enfadado.

Esta ecuación por supuesto va cambiando a lo largo del tiempo en base a nuestras experiencias. En un adolescente la “ecuación de felicidad” puede girar en torno a ser independiente y ligar con el sexo opuesto, de esta forma podemos entender que si la cara se le llena de granos y su padre le impide ir a un viaje con amigos sea un terrible batacazo para su vida. Sin embargo, para una persona en sus últimos años de vida su ecuación de felicidad puede basarse simplemente en tener visitas frecuentes de sus hijos.

Así pues, la percepción de felicidad depende de una valoración interna que evalúa como si un acontecimiento de nuestra vida nos afecta positiva o negativamente. Esta visión que a priori puede parecer simplista, cuando se plantea directamente en la consulta es algo que puede arrojar mucha luz al cliente sobre cómo está enfocando su vida. Es necesario en un primer momento identificar cuál es la “ecuación de felicidad” del cliente. Si está en consulta es porque su ecuación se ha frustrado de una u otra forma. Es corriente observar que en muchos casos la persona no trae su propia ecuación, sino que está interferida por la ecuación de otros. El problema en este caso es que la persona no toma conciencia claramente de cuáles son sus verdaderos deseos y aspiraciones en la vida. Se culpa a algo externo porque uno no se siente satisfecho con lo que se es o lo que se tiene. Inconscientemente se deposita la responsabilidad de la ecuación en otro o en otros. En este caso la persona (a veces de forma inconsciente) pretende que sean otras personas las que resuelvan su ecuación, así, depositan la responsabilidad de su felicidad en amigos, pareja, familiares… Es algo muy frecuente en consulta encontrar a personas “atrapadas” en culpar a sus padres del resultado de sus vidas. Esta conducta no les permite coger las riendas de su propia vida y a la larga acrecientan un sentimiento de victimismo y frustración.

Es esencial que la persona en la terapia se haga estas preguntas de forma muy consciente: ¿Cuál es la ecuación de mi felicidad en este momento? O, dicho de otro modo: ¿Cuáles son las realidades de este mundo que dan un sentido a mi existencia? ¿Son estas necesidades y anhelos realmente míos? ¿En qué medida me siento el único responsable de mi felicidad o responsabilizo a otras personas?

El trasfondo de la terapia se fundamenta en permitir que la persona se haga estas preguntas cada vez de forma más profunda. De alguna forma consistiría metafóricamente en ir quitando las capas de una cebolla para ir al centro de la persona, al corazón. Solo cuando nos acercamos a quienes somos en realidad podemos empezar a vislumbrar nuestros anhelos más profundos, y es precisamente en este momento cuando se empiezan también a activar los recursos necesarios para acercarnos a ellos.

El proceso de crecimiento es paradójico ya que primero se tiene que atravesar el dolor de darse cuenta de que realmente falta algo importante, que una parte de uno está “sedienta”. Sin embargo, este es un dolor sano, un dolor que nos conecta con nuestras verdaderas necesidades y que tiene un efecto activador y constructivo. Solo cuando realmente tomamos consciencia de lo sedientos que estamos nos pondremos en camino para buscar agua.

Es frecuente que una vez que el proceso terapéutico vaya avanzando estas metas que teníamos de forma inicial como prioridades puedan ir también evolucionando, así, lo que antes nos parecía absolutamente imprescindible ahora no lo es tanto. Gran parte del trabajo terapéutico consiste en que a través de un cambio de perspectiva la persona pueda pasar de un plano de exigencia en su vida “tengo que conseguirlo o me moriré” a un plano más flexible y en términos de preferencia, “estaría bien si lo consiguiera, pero no será dramático si al final no sale”.

Cuanto más rígida sea la “ecuación de felicidad” con la que vengamos a consulta mayor tendrá que ser el trabajo de “flexibilización”. Se trata pues de aportar recursos para que la persona sea lo más efectiva posible en la consecución de sus objetivos pero que pueda a su vez no sentirse un “esclavo” de sus deseos. Es necesario en este sentido buscar un equilibrio entre la entrega a las metas de la vida con todos los recursos que se posea, pero al mismo tiempo aprender a “desprenderse o desapegarse” cuando la vida en un momento dado nos cierra el camino.

Como psicólogo observo que a medida que el proceso terapéutico progresa es frecuente que la persona aprenda a tener ecuaciones de vida más flexibles y tolerantes consigo misma. Esto le permite vivir desde una mayor autonomía y libertad sin sentirse continuamente presionado de conseguir todo lo que se habían propuesto que debía ser para ser feliz. Al final la terapia consiste en poderse mirar a uno mismo desde una perspectiva más auténtica y ajustada a lo que uno realmente quiere y no a lo que quieren los demás que sea.

 

Ignacio Parra

Psicólogo, terapeuta Gestalt y especialista en trauma neuro afectivo.

www.psicologomajadahonda,net

 

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