Salud emocional, autoestima y relaciones sanas

Salud emocional autoestima y relaciones sanas

La salud es el motor de la vida. Sin salud no podemos relacionarnos con el mundo ni hay capacidad de experimentar placer. Cuando hablo de salud no me refiero solo a la salud más obvia de la enfermedad física sino que me refiero a una salud holística que integre lo emocional y psicológico del individuo. Me refiero a un estar en la vida viviendo más que sobreviviendo. La salud en este sentido se convierte en el espacio que facilita que la persona pueda sentirse libre y con un sentido vital satisfactorio.

En mi consulta de Majadahonda suelo preguntar a las personas que es lo más importante en sus vidas. La respuesta general gira en torno a la pareja, la familia, los amigos, el trabajo, las aficiones…Las respuestas colocan casi siempre lo más importante fuera de ellos mismos.

Mi planteamiento terapéutico propone un cambio en el sistema de prioridades, invitando a la persona a poner su salud por encima de todo lo demás. Es frecuente cuando expongo esta idea que las personas se escandalicen y me digan…¡¡¡Ignacio, eso es muy egoísta!! o ¡¡Yo prefiero pensar primero en los demás antes que en mi!!.

Entiendo que este enfoque a priori pueda parecer egocéntrico, especialmente en el marco cultural judeocristiano en el que vivimos. Sin embargo, el planteamiento que propongo supone al final la posibilidad de vivir las relaciones de una forma más sana, auténtica y amorosa.

Si hay una verdad que he aprendido a lo largo de mi trabajo como psicólogo es que no podemos dar por encima de nuestros propios límites sin un coste personal. Cuando digo límite me refiero a aquel punto a partir del cual si seguimos dando de una u otra forma nuestra salud física o emocional se ve afectada.

Nuestros límites personales varían en función de muchos aspectos. Hay días en que nos encontramos tranquilos y serenos. Son días en los que un atasco en la carretera no nos genera un gran problema. Podemos tolerar las críticas de un compañero de trabajo sin enfadarnos o podemos escuchar con paciencia a un amigo que se esta quejando y necesita apoyo. Sin embargo, los días en los que no nos sentimos bien saltamos a la primera de cambio. El atasco nos enfurece y perdemos la paciencia rápidamente con nuestro amigo y nuestro jefe. Esta reflexión para mi lleva a una pregunta fundamental de cara a funcionar mejor en la vida. ¿Cómo preservar la salud de forma que no me afecten tanto las situaciones externas y funcione mejor en la vida?

La respuesta a esta pregunta es compleja. Existen muchos factores que pueden contribuir a preservar esta salud holística. Aquí haré mención a algunos aspectos que suelen surgir con frecuencia en mi trabajo.

Uno de los temas estrella que aparecen en consulta es el miedo al conflicto en las relaciones. Muchas veces con el objetivo de no sufrir el abandono o el rechazo de los demás priorizamos la necesidad de los otros frente a la nuestras. Este comportamiento puede llevar a que se vulnere nuestro límite por estar dando demasiado. Cuando nuestras relaciones no son compensadaspodríamos decir que se establece una deuda energética. Esta deuda significa que me niego a mi mismo para cumplir las expectativas del otro. Por supuesto que esta negación no la queremos ver y lo camuflamos de diferentes formas: “estoy actuando como una buena persona” “Es que el otro realmente lo necesita” “Si se enfada va a ser peor” “A mi me gusta mantener la armonía en el hogar”.

Este comportamiento a la larga va creando un espacio de malestar en nuestro interior fruto de la traición a nosotros mismos. Lo queramos o no al dar por encima de nuestros propios límites algo de nosotros se resiente y se frustra.

Si esta forma de actuar se prolonga en el tiempo nos encontramos con reacciones pasivo-agresivas. Después de haber “tragado” durante mucho tiempo en una relación descompensada un día sin previo aviso explotamos y toda la deuda energética sale de golpe en forma de agresividad y enfado; lo peor de estos casos es que a veces sale con las personas que menos culpa tienen. Los niños desgraciadamente cargan muchas veces con las deudas energéticas de los adultos lo que crea en ellos no solo el malestar directo del castigo sino una culpabilidad y confusión difíciles de erradicar.

En esta línea el trabajo personal que se elabora en psicoterapia tiene que ver con explorar dos áreas principales:

  1. El estilo de relación y la descompensación: ¿En que medida la persona se relaciona de forma descompensada en sus relaciones?¿Cuál es el motivo de negarse sus propias necesidades frente al otro? ¿Cuál es el “cebo”para traicionarse a si mismo?, ¿Es por acaparar poder, por la gratificación del momento, por sentirse seguro, por sentirse mejor persona? También es muy importante acompañar a la persona para que pueda observar las consecuencias a la largo plazo de esta actitud frente a su salud. En otras palabras ¿¡¡Cuál es el“precio” que paga por deteriorar su salud!!?

En muchas ocasiones las razones de dicho comportamiento se basan en mecanismos inconscientes de codependencia. “Si yo no te fallo tu no me abandonaras”, “Si yo hago lo que tú quieres me seguirás queriendo”.

Es habitual que cuando se bucea en lo profundo de la persona aparezca el miedo a verse totalmente desprotegido y rechazado por los seres queridos.

  1. La observación del límite personal: Como decíamos antes una relación compensada solo se puede dar si no se vulneran mis propios límites en la relación. Es decir si preservo mis necesidades a ciertos niveles de forma que no me supongan un deterioro de mi salud. Esto que a priori resulta muy obvio de explicar en la práctica resulta mucho más complicado.

Podríamos decir a nivel genérico que todos contamos con un margen interno antes de que se resienta nuestra salud. Este margen interno puede oscilar en función de múltiples factores: si no he comido, si estoy cansado, si he tenido una discusión, si he tenido pérdidas afectivas recientemente, si tengo la regla….etc

La vida nos ofrece numerosas oportunidades a lo largo del día para observar donde están nuestros límites ya sea en el trabajo, con familia, en pareja, con los amigos…

Cualquiera que sea el momento actual tenemos un determinado margen interno, es decir tenemos un mayor o menor recorrido para relacionarnos con el medio antes de que se resienta nuestra salud y nos ocasione una deuda energética.

Vamos a traer esto a un ejemplo práctico. Pongamos que un buen amigo necesita nuestra ayuda y nos llama por teléfono para contarnos sus penas. Supongamos que es un amigo de esos que hablan mucho y que su relato parece no acabar nunca. Llegado un momento empezamos a sentir tensión. Si no somos capaces de poner el límite adecuado por mucho que queramos ayudar a la persona acabaremos con dolor de cabeza o resentidos con él. La próxima vez que llame puede que no nos apetezca tanto escucharle….

La idea sería encontrar ese margen interno donde sepamos que cantidad de ayuda podemos dar a nuestro amigo en ese momento sin coste personal. ¿Cuánto tiempo le podría haber escuchado antes de sentir tensión? Para entender mejor esto podríamos acudir a la metáfora de un semáforo como nuestro estado base para relacionarme. Cuando estamos con la luz en verde podemos dar sin riego, equivaldría a cuando me encuentro sereno y bien. Al entrar en la luz naranja es el punto clave, aquí debemos tener cuidado y poner el límite. Si llegamos al rojo ya es tarde, nuestra salud ha sido dañada y tendrá un coste personal.

Encontrar el límite adecuado suele requerir un trabajo de autoobservación en el que poder ver el punto en que nuestra salud se empieza a deteriorar.

En ocasiones significa tomar conciencia de que en las relaciones nos exigimos muchísimo para agradar a los demás; en otros casos que estamos colocando en el otro expectativas imposibles de cumplir. Independientemente de nuestro patrón de relación se trata de identificar si estamos poniendo de más o de menos para crear una relación descompensada.

Otro de los ámbitos en los que observo que no se suele cuidar la salud es en el ritmo de vida actual. Potenciado por la cultura social, nos lanzamos a vivir a una velocidad frenética. La gente cabalga los días a través de un estilo de vida ambicioso que busca conseguir más, llegar más lejos y correr más (a veces ni si quiera se es consciente de porque se va tan deprisa). El ritmo “espídico” ha pasado a formar parte de su forma habitual de funcionar.

Si bien un cierto nivel de estrés es sano y ayuda a activar el organismo cuando la sensación de urgencia es permanente, es un indicativo claro de que no estamos escuchando nuestras necesidades internas. Dicho de otra forma, estamos forzándonos por encima de nuestros límites y como consecuencia creando de nuevo una deuda energética. Cuando existe una descompensación durante un tiempo prolongado comenzamos a tener despistes, insomnio, preocupaciones excesivas y obsesiones. Los trastornos de ansiedad irrumpen en nuestra vida pudiendo llegar en ocasiones al ataque de pánico.

El peligro de estas deudas energéticas es que están tan normalizadas en nuestras sociedad que las camuflamos perfectamente con múltiples excusas y justificaciones. “Es que tengo que dar de comer a mis hijos” “Es que tengo muchas cosas que hacer” “Es que no tengo tiempo para relajarme”.

Detrás de este avance sinuoso y poco claro de la ansiedad hemos dejado de ser fieles a nosotros mismos. La persona en este caso se traiciona en aras de una mayor productividad. Se vuelve a meter en un sistema donde las exigencias externas se valoran más que las necesidades internas. La salud pasa a un segundo plano y volvemos a ese lugar de malestar.

¿Y que se puede hacer con todo este escenario de auto traición a veces difícil de identificar?

Desde mi enfoque psicoterapeútico el trabajo consiste en ir afinando cada vez más la escucha interior para preservar la salud emocional.

Consiste en ir creando una actitud de concienciación interna para preservar nuestra salud y ponerla por encima de todo lo demás. La persona debe saber desde las tripas y no desde la cabeza que si no prioriza su salud todo lo demás ira deteriorándose.

Se trata al final de observar cuanta energía podemos compartir con el mundo y donde tenemos que poner nuestro límite si no queremos crearnos deudas energéticas y resentimientos con los demás.

El proceso de trabajo en consulta puede tardar más o menos en función del estado de salud del que se parte. Lo importante es ofrecer a la persona un mapa interno a través del cual pueda autorregularse y gestionar mejor sus necesidades. En última instancia se trata de mejorar el contacto interno con nuestras necesidades de forma que cada vez podamos ser MÁS FIELES A NOSOTROS MISMOS y de esta forma aprender a cuidar más nuestra salud y la de los que nos rodean.

Ignacio Parra Viudes
Psicólogo y Terapeuta Gestalt
Nº Colegiado 23109

www.psicologomajadahonda.net

Un comentario de “Salud emocional, autoestima y relaciones sanas

  1. janeth dice:

    No se que decir o como pero termine una relacion hace poco, en la cual fui feliz a veces pero siendo muy sincera apesar de que mi ex compañero es spicologo logro lastimar mi alma con muchas palabras ofensivas y como si fuera poco me sigue tratando mal aunque no somks nada siento y pienso q mi autoestima esta completamente destruida, y no encuentro como sentirme mejor.

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