LOS TRES ESTADOS DEL VIVIR

los tres estados del vivir

¿Te gustaría aprender mejor cómo cambian tus estados de ánimo?

El siguiente artículo te ofrece un mapa para identificar las reacciones de tu sistema nervioso. Este conocimiento es una herramienta fundamental para equilibrar mejor tus reacciones, contigo mismo y con los demás.

A lo largo de mis más de veinte años de formación como psicólogo, me doy cuenta de que, sólo por dar vueltas y hablar sobre un tema, la persona no llega a experimentar un cambio profundo en su vida; es necesario que se produzca también un cambio corporal. A medida que la persona conoce e integra este lenguaje del sistema nervioso, su vida se va trasformando.

El sistema nervioso autónomo se ha formado a lo largo de muchos miles de años de evolución, y está en la base de nuestras decisiones y reacciones ante la vida. Se llama “autónomo” porque vela por nuestra supervivencia al margen de nuestras decisiones racionales.

Para entender e influenciar estos estados del sistema nervioso, necesitamos trabajar la escucha corporal. Normalmente las personas están muy en contacto con las reacciones emocionales y las interpretaciones psicológicas, pero no atienden a la dimensión del cuerpo.

Según las más recientes investigaciones sobre la teoría polivagal (Stephen Porges), a lo largo de la evolución se han ido generando tres diferentes ramas del sistema nervioso para responder a las necesidades de la vida.

Cada una de estas ramas constituye un estado corporal completamente diferente. Serían como los filtros de unas gafas a través de las cuales percibimos el mundo. Con cada estado cambia totalmente la forma en la que pensamos, sentimos y actuamos.

Uno de mis objetivos como psicólogo es ayudar a la persona a facilitar esta exploración corporal que le permita el reconocimiento de cada estado.

Para describir este mapa del sistema nervioso, vamos a recurrir a la metáfora de un semáforo. Cada color atiende a un estado corporal que suele venir acompañado de un conjunto de reacciones emocionales y psicológicas.

SEMÁFORO VERDE (RAMA PARASIMPÁTICA VAGAL VENTRAL)

Esta es la rama más evolucionada del sistema nervioso y se distingue, principalmente, por ser la encargada de generar vinculación con la vida. Todos, de alguna forma, necesitamos sentirnos parte de algo, conectarnos a algo. Cuando esta rama está activa, nos apetece acercarnos a los demás, al tiempo que estamos conectados con nosotros mismos. Esto favorece el enriquecimiento y el disfrute de las relaciones.

El cuerpo se encuentra relajado pero con energía al mismo tiempo. La respiración suele ser amplia y profunda. Algunos de los rasgos principales que definen este estado son:

  • Pertenencia y reciprocidad: cuando nos sentimos parte de algo, experimentamos seguridad y sentido en nuestras vidas. Las demás personas se perciben como iguales en esencia,  lo que permite la cercanía, el respeto y la cooperación mutua.

 

  • Expresión auténtica: se experimenta libertad y confianza para expresar necesidades,  y se encuentra una forma genuina de hacer las cosas al margen de la opinión de los demás. La persona se siente espontánea y tiende a mirar el mundo y a hacer las cosas de una forma creativa.

 

  • Autoestima y amor propio: en este estado la persona se permite cometer erroreEstado de conexión y seguridads y tener limitaciones como parte de la naturaleza humana imperfecta. Surge la confianza interna de tener un valor intrínseco, al margen de lo que uno siente, hace o dice. Este lugar de apreciación personal le permite apoyar su propia opinión y experiencia independientemente de la opinión de los demás. En las relaciones sociales es capaz de poner límites saludables que cuidan de sus necesidades y de las necesidades de las otras personas.

 

  • Autorregulación y resiliencia: la persona se orienta naturalmente hacia la satisfacción y el placer. Existe una alta capacidad para identificar sus estados anímicos y diferenciar sus ritmos internos. Esta consciencia interna le permite regularse respecto a cuándo necesita más actividad y acción o cuándo requiere descanso y tranquilidad. La persona tiende a sintonizar hacia el agradecimiento de lo que existe en su vida más que al pesar por lo que no tiene o no pudo conseguir.

 

ESTADO NARANJA (SISTEMA NERVIOSO SIMPÁTICO)

 

Este estado surge cuando se percibe un conflicto o amenaza que despierta alarma en la persona. Todos estamos sometidos a una inmensidad de tensiones a lo largo de nuestra existencia. Cuando estamos en el estado verde, tenemos la capacidad de manejar estas tensiones y hacerles frente desde la conexión con nosotros mismos y los demás.

Sin embargo, hay tensiones que vivimos como una amenaza para nosotros. En este estado de alarma el sistema de vinculación pierde fuerza y por tanto la persona deja de ver el mundo como un lugar amigable.

El miedo a la supervivencia (más o menos consciente) hace activar nuestros recursos en forma de movilización para tratar de resolver el peligro. Esta movilización puede tomar, o bien forma de confrontación, o bien forma de huida para solventar la amenaza.

Hombre en estado de alarmaA nivel físico el cuerpo suele estar en tensión y cargado energéticamente, con una respiración acelerada. Es frecuente que a la persona le cueste estar parada y tiende a tener frecuentes cambios de postura y pequeños movimientos repetitivos (especialmente en las piernas). En nuestro lenguaje cotidiano podríamos decir que la persona es un “culo inquieto”.

Hablando metafóricamente, sería como llevar un “pura sangre” dentro (sistema nervioso simpático); si este animal está domado, es una fuente de conexión y sentido pero, si no tiene dirección y templanza, puede volverse un animal descontrolado.

En nuestra vida cotidiana del primer mundo, la mayoría de los peligros  o amenazas no suponen un riesgo físico directo sino que toman la forma de frustraciones, dificultades, ofensas personales o pérdidas: un jefe que nos presiona, alguien que nos miente o nos trata de manipular, el insulto de una persona, un cliente que nos falla a una cita, alguien que se cuela en la cola del supermercado, que nos roben el móvil… Estas situaciones aunque no supongan un riesgo directo para nuestra integridad física despiertan nuestras antiguas reacciones de lucha por la supervivencia. Cuanto mayor sea la intensidad del estado naranja, más desbocado estará el “pura sangre”.

Esta alta carga energética en forma de movilización no siempre es fácil detectarla ya que nuestra cultura en ocasiones promueve un estilo de vida altamente exigente. Esto hace que muchas veces un grado de estrés, preocupación o prisa pueda normalizarse. Hay personas que parecen vivir continuamente en este estilo de vida de “no poder parar”. Les resulta casi imposible dejar de hacer cosas en tanto que les confronta con el antiguo miedo a la supervivencia. A nivel inconsciente, este estado promueve el mensaje de: “mientras te sigas moviendo y haciendo cosas, estarás más seguro”

Vamos a ver a continuación algunos rasgos que caracterizan este estado:

  • Fuerte necesidad de control e hipervigilancia:

Implica una forma rígida y perfeccionista de abordar el trabajo y las tareas cotidianas. La persona se obsesiona tratando de hacer todo bien y tiene temor a cometer errores. Tiende a vivir cualquier actividad desde la exigencia y la obligación, ya sea autoimpuesta o ya sienta que se la imponen desde fuera. En este sentido le cuesta contactar con la satisfacción y el placer estando la mayor parte del tiempo enfocado en la productividad y los resultados.

  • Individualismo y competitividad: surge una fuerte necesidad de autosuficiencia. El percibir “yo puedo por mí mismo” les aporta una sensación de tranquilidad (aunque momentánea). En las relaciones sociales tiende a compararse con otros poniéndose por encima o por debajo. Aunque ganar le aporta satisfacción, alberga frecuentemente el miedo a ser superado por los demás, lo que le hace vivir con una coraza de competitividad y desconfianza. Esto hace que, cuando se encuentre en situaciones de intimidad, se sienta incapaz de mostrarse vulnerable y cercano de una forma auténtica; podría simular la cercanía desde la culpa, o como estrategia de manipulación para intentar mantener a las personas bajo su control.

 

  • Falta de compromiso emocional: si bien la persona se puede involucrar en múltiples proyectos y eventos sociales, tratará de mantener una distancia emocional. En el plano de pareja, se relaciona desde la seducción y la búsqueda de placer pero, no es capaz de tener una entrega afectiva y conexión emocional profundas. Esta estrategia es parte de una forma de protegerse en tanto que no llega a confiar en los demás.

 

  • Búsqueda de intensidad: en ausencia del sistema de vinculación (que daría la conexión afectiva) la persona ansía cada vez más la actividad como forma de tapar el vacío afectivo de fondo. Esta frenética movilización puede tomar múltiples formas: búsqueda de prestigio, poder, placer, atracción por el riesgo, conflictos verbales y discusiones. En sus formas más extremas podría llegar a provocar agresiones físicas, asesinatos y ataques de pánico.

 

Si este estado de alerta se mantiene activo durante mucho tiempo sin resolver las amenazas, el agotamiento y la frustración podrían propiciar un cambio de estado. En este caso el organismo pasaría de la zona NARANJA —de alerta/peligro— hacia la zona ROJA, que conduciría a la persona hacia la desconexión.

 

Estado rojo de desconexión de la personaESTADO ROJO (SISTEMA PARASIMPÁTICO DORSAL)

Si seguimos el recorrido evolutivo de nuestro sistema nervioso para superar los conflictos, la persona siempre intenta, primero, confiar y abrirse a los demás (estado verde). Cuando siente que esto no es posible, se apartará o tratará de ser lo más autónomo que pueda con el fin de no depender de nadie, material o emocionalmente (estado naranja).

Si, finalmente, la persona no puede confiar en los demás, ser autosuficiente, o poner distancia, se activará la última vía de supervivencia y entrará en este estado rojo.

El estado rojo se activa cuando nos sentimos impotentes y nuestro sistema nervioso entra en desconexión de la vida.

Si nos remontamos a los orígenes de la historia humana, este mecanismo tenía sentido cuando existían animales mucho más fuertes y rápidos que nosotros, ante los cuales no existía la posibilidad de luchar o huir. En estos casos extremos, esta estrategia podía ser una última oportunidad de supervivencia para que el depredador no nos viera o para que perdiera interés en nosotros.

Hombre en estado desesperanzado por el estado rojoEste mecanismo lo podemos observar, por ejemplo, cuando nos hemos caído súbitamente golpeando nuestro cuerpo. El susto de la caída hace que durante unos momentos la herida apenas duela.

En la cotidianeidad de nuestras vidas, no solemos tener que afrontar amenazas vitales tan extremas. Sin embargo, esta rama del sistema nervioso sigue activándose de formas más o menos moderadas. Cuando esto sucede, la vía de vinculación queda completamente inaccesible. Esto significa que la persona se sumerge en una profunda sensación de soledad interior. Muchas veces esta rama se activa como una reminiscencia de la angustia o del miedo que vividos en nuestra infancia. Cuando somos niños, los adultos representan esos animales poderosos ante los cuales no se puede luchar o huir, por lo que, si los sentimos peligrosos, no tenemos más posibilidades que la paralización de la rama parasimpática dorsal. Si esta vía estuvo muy activa y no se reparó adecuadamente, es mucho más probable que se vuelva a reactivar en el presente con estímulos parecidos a los que nos dispararon la parálisis en el pasado.

Este estado implicaría que la persona se ve anulada, desconectada de los demás y de sí misma, incapaz de pedir ayuda, de atacar o de defenderse. A nivel corporal hablaríamos de un cuerpo falto de energía o, tan contraído, que apenas puede sentir.

A continuación veremos las manifestaciones de la ZONA ROJA, no sólo desde un plano físico, sino también veremos cómo suele afectar emocional y psicológicamente.

  • La desesperanza vital y la resignación: predomina la sensación de impotencia e indefensión. La persona se siente sobrepasada y aplastada por las circunstancias. Se vive como un hundimiento del ánimo que hace ver el horizonte de la vida oscuro y sin sentido. De una forma simbólica, sería como sentirse atrapado en un agujero sin ninguna posibilidad de escapar. A nivel mental, la persona tiene recurrentes pensamientos catastróficos que hacen que permanezca en situaciones dañinas (bajo la creencia subyacente de que no merece nada mejor). En vez de activar sus recursos para tratar de enfrentar la situación, se prepara rápidamente para el sometimiento derrotista.

 

  • Tendencia al aislamiento y la insensibilización: La persona se retira del mundo a nivel físico buscando lugares seguros (su casa, su habitación), pero también lo hace en un plano mental, en una especie de “encapsulamiento interno”. Es como si estuviera viendo la vida desde dentro de un cine estando en la butaca como espectador. Desde este lugar, la vida le resulta aséptica y sin vida, aunque también la percibe menos dolorosa.Entre las formas que la persona puede emplear para insensibilizarse, cabe destacar: el uso de drogas y sustancias, las compras compulsivas, la pornografía, quedarse muchas horas viendo series, películas o navegando por internet, comer compulsivamente, etc.

 

  • Falta de energía y procrastinación: Fruto de un estado corporal sin tono o bloqueado la persona tiende al aletargamiento y la evitación de cualquier responsabilidad.

 

  • El autorrechazo y el bloqueo de la intimidad afectiva: desde este lugar, la persona no es capaz de sentir calidez o afectividad por nada ni por nadie. Inconscientemente, este estado puede conectar con un pensamiento de no merecer existir. La persona siente que no pertenece a ningún grupo social y tiende a vivirse desconectada de los demás. Metafóricamente es como si estuviera poniendo un muro por dentro que le impide la conexión consigo misma y con los demás. La vergüenza y la culpa hacia uno mismo suelen venir acompañados de sentimientos de autodesprecio y minusvaloración.

 

  • Sometimiento y sumisión: si este estado permanece por largos periodos de tiempo, el autodesprecio se torna cada vez más autodestructivo, creando un círculo vicioso que boicotea cualquier intento de la persona por sentirse con un mínimo de valor y reconocimiento. Como consecuencia de ello, a la persona le cuesta cada vez más poner límites y tiende a mostrarse en un rol sumiso y complaciente para evitar el conflicto y ser descubierto en su núcleo de vergüenza. Su visión interior es que, si los demás se dieran cuenta de lo que guarda en su interior, lo rechazarían aún más.

 

Este estado ROJO puede convivir por momentos con activaciones del sistema simpático en forma de agresividad soterrada, envidia o sensación de injusticia vital.

 

ABORDAJE TERAPÉUTICO Y CONCLUSIÓN

El trabajo con el cuerpo y el sistema nervioso en psicoterapia suele requerir de un cierto entrenamiento. Como cualquier idioma nuevo que queremos aprender, al principio puede resultar difícil o confuso.

Si bien la base de todos los sistemas nerviosos es exactamente igual para la raza humana, las situaciones y la forma de activarse varían completamente de una persona a otra. La activación de los estados en nuestra vida es algo normalmente dinámico. Muchas veces podemos transitar, en un mismo día, por todos los estados. Podríamos levantarnos con una apatía y desgana (estado rojo) y luego, en el trabajo, sentirnos agitados y muy activos (estado naranja); quizás, en la noche, un abrazo de nuestra pareja nos podría conectar con la paz y hacernos sentir queridos y acompañados (estado verde).

Si bien todas las personas de una u otra forma tienen experiencias de los tres estados, hay personas que tienden a vivir más en la zona verde, otras en la naranja y otras en la roja.

Muchas de estas diferencias tienen que ver con el ambiente familiar y cultural en el que nos hemos criado. Los primeros años de nuestra vida son muy influyentes en la forma de predisponernos hacia los estados, sin embargo, el sistema nervioso tiene una enorme capacidad para reprogramarse con experiencias nuevas y vivir cada vez más en el estado verde.

Este lenguaje del sistema nervioso que se percibe a través de sensaciones corporales puede ser muy sutil y, al principio, puede resultar casi imperceptible. Las señales del cuerpo pueden adoptar diferentes formas: contracción, pesadez, vitalidad, vacío, opresión, calidez… Cuanto más “ruido” mental haya en nuestras cabezas, menos capaces seremos de captar estas señales del interior. El hecho de que la persona aprenda a reconocer el lugar del sistema nervioso en el que está (que a veces es un mix de varios estados) es un punto de partida fundamental.

A partir de este momento nuestro trabajo consiste, por un lado, en ir guiando a la persona a encontrar recursos reguladores para acercarse al estado verde y, por otro, a ayudarle a identificar las formas en las que se desencadena el estado naranja y rojo. A medida que la persona se familiariza con esta nueva forma de conocerse, empieza a salir de sus viejas historias y a reconocer cómo las sensaciones corporales le acercan a un estado o a otro.

Dentro de los variados enfoques psicológicos que utilizo, este abordaje corporal me resulta especialmente esperanzador para que la persona aprenda, desde sus propios recursos, a tener una vida más plena.

Ignacio Parra Viudes.

Psicólogo especializado en terapia psicocorporal.

Psicoterapeuta Gestalt

Nº Colegiado 23109

www.psicologomajadahonda.net

 

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